miércoles, 25 de enero de 2012

Dos chinos





En el hospital

Sacás una mano delgada y seca
de adentro de la sábana blanca,
las uñas cubiertas de esmalte como las flores
que iluminan en invierno las ramas del cerezo.
Estas uñas cubiertas de esmalte como las flores
que iluminan en invierno las ramas del cerezo.
Estas uñas, estas flores, una y otra vez te las recortás,
una y otra vez dejás que crezcan, furiosas.
Ubicadas en la frontera entre tu cuerpo y la nada
ellas se ven siempre tan impecables,
tan frescas, incluso en este hospital
caótico como nuestro país. Agarro tu mano
y siento cómo las venas se dilatan, se contraen
mientras la sangre trepa hasta la punta del dedo y da la vuelta.
Recuerdo entonces lo que escribiste en un poema:
que en el cuerpo muerto las uñas
son lo último que se pudre.

                                                          Yao Feng

Cuervo

Un día, en una clase de primaria,
aprendí este ideograma.
Esa misma tarde vi sus alas negras
recortarse contra el cielo
como un paraguas cayendo en círculos
sobre mi cuerpo y el de mi hermana.
Ah, mi hermana: desde el nogal del patio
se dirigió vacilando hacia su cuarto,
entró en la boca negra de un cuervo.
Más tarde en otro país, entre edificios abandonados,
en la pared de mi corazón sentí otra vez al cuervo
volar como un presentimiento de muerte,
como nubes negras, y pensé en mi hermana.
Ella se había casado con un hombre común,
y en la única cuadra de todo el pueblo
atendía un pequeño almacén.

                                                          Xiao Kaiyu


De Un país mental. 100 poemas chinos contemporáneos. Selección y traducción: Miguel Ángel Petrecca. Gog y Magog, 2011.